martes, 10 de abril de 2007

Cuaderno viejo: el párroco agiotista

Gracias a la sapiencia de historiadores como José Miguel Romero de Solís, Juan Carlos Reyes Garza o Ernesto Terríquez Sámano, Colima ha podido recuperar parte de su historia documental. Sus trabajos, son hoy, dignos de un reconocimiento pues a ellos se deben obras relevantes para la historiografía lejana de la Villa de Colima. Pues ocupados en construir la vida reciente, los libros de texto y los programas edcativos han obviado incluir estos ricos y vastos textos. Escudriñando por ahí que estaba del Primer Tomo, del Archivo Histórico de Colima, realizado por José Miguel Romero de Solís, me encontré con la historia de este párroco agiotista a quienes los españoles recién avecindados en Colima debían hasta los dientes. Ojalá y les guste.




"Caja A–1, exp. 2, 8 ff.29
6. 1536. Diciembre, 17.

Inventario de bienes a la muerte del Padre Francisco de Morales, cura que fue de la Villa de Colima.
“En la Villa de Colima de San Sebastián de la Provincia de Colima desta Nueva España”, el alcalde ordinario Jorge Carrillo, “estando en casa del Padre Francisco de Morales difunto que Dios haya, cura que fue desta dicha Villa, y siendo este día de su fallecimiento, e yo, Gaspar de Villadiego escribano nombrado en esta dicha Villa, hizo de mí, el dicho escribano, que pusiese por inventario todas las cosas e bienes que se hallasen en la dicha su posada”.
“Primeramente, un manto de paño negro, un sayo viejo negro, otro sayo y un cosetillo todo viejo, unas calzas viejas e un cosetillo colorado, un jubón e un cosete, dos pares de borceguís viejos, una escobilla vieja, unos manteles de Castilla raídos, una camisa de Castilla raída e un paño de tocar, un par de cuchillos, un peso de pesar oro con ciertas pesas, un paño de manos, un candelero con sus tijeras de despabilar, una espada. Un Misal e un libro manual, un Bribario e unas Horas, un libro que se dice de Cicerón, otro Manualis de oratote y otro de Sermones, otro libro de Flos Sacramentorum. Un jarro de plata, un hacha marrilla e un sombrero viejo, un cáliz de estaño con su patena, una ara con sus corporales, una casulla con su alba y estola y manípolo y amito, todo de lienzo, dos sobrepellices: una, de Castilla, e otra, de la tierra. Unos manteles alemaniscos, dos camisas de Castilla, una beca negra de paño enforrada en raso viejo, un bonete e un bequié [sic] negro, cuatro pañezuelos de narices, dos paños de tocar e un paño de manos, otro bonete viejo en unas tablas, una caja con dos peines, cuatro herraduras nuevas. Un conocimiento de cuantía de ciento e ochenta pesos de minas contra Juan de Aguilar el cual confesó que los debía; más otro conocimiento de senta [sic] e cinco pesos de oro de minas contra Pero Gómez vecino desta dicha Villa; más pareció una memoria en una caja del dicho defunto, en que dice que Alonso de Arévalo tiene doscientos e ochenta pesos de oro de minas, los cuales son de Martín López vecino de México, y el dicho Alonso de Arévalo confiesa debellos. Confesó Juan Pinzón vecino desta dicha Villa, que debe al dicho defunto sesenta pesos de oro [de] minas, los cuales le han de pagar para Pascua de Flores. Hallóse más una cuchara de plata; más se halló un portacartas que estaba cerrado con su llave, el cual abrió el señor Jorge Carrillo, alcalde, e hallaron en él cincuenta e ocho pesos de oro en tejuelos e hojuelas [de] oro bajo; más se halló en oro de minas marcado catorce pesos e siete tomines; más se hallaron en oro en polvo ciento e noventa pesos e cuatro tomines; más se halló en unos tejuelos de plata, que pesaron seis pesos y ducado. Todo este dicho oro se halló en el dicho portacartas”.
Alonso de Arévalo confesó deber al Padre Morales tres pesos de oro de minas; peso y medio de lo mismo, reconoció deberlo Diego Garrido, Gómez de Segovia, un peso; la viuda Leonor de Aguilar, medio peso; Hernando del Pozo, un peso; Juan Pinzón, dos pesos, y Juan Bautista un tomín.
Fueron encontradas además otras cosas, que también se inventariaron: dos sábanas de Castilla, dos colchones, un toldillo, dos almohadas y una frazada.
El alcalde Carrillo entregó estos bienes a Alonso de Arévalo, a quien hizo depositario de ellos. Testigos: Juan de Aguilar, Juan Bautista y Martín Ortiz. Dio fe el escribano Gaspar de Villadiego".

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