viernes, 22 de junio de 2007

A manera de un gracias cibernético


Sólo me queda darles las gracias a todos.
A unos por asistir al taller y aprender;
a otros por apoyarme;
a otros por impartir el taller.
No digo nombres,
porque al decirlos -qué lugar tan común, pero ni modo-
cometeré omisiones.
Gracias por los poemas y las risas.
con cariño, de su amigo Esaú Hernández...

martes, 19 de junio de 2007

Paseo Nocturno: a propósito de los mandamientos para conductores

Rubem Fonseca

Llegué a la casa cargando la carpeta llena de papeles, relatorios, estudios, investigaciones, propuestas, contratos. Mi mujer, jugando solitario en la cama, un vaso de whisky en el velador, dijo, sin sacar lo ojos de las cartas, estás con un aire de cansado. Los sonidos de la casa: mi hija en el dormitorio de ella practicando impostación de la voz, la música cuadrafónica del dormitorio de mi hijo. ¿No vas a soltar ese maletín? Preguntó mi mujer, sácate esa ropa, bebe un whisky, necesitas relajarte.
Fui a la biblioteca, el lugar de la casa donde me gustaba estar aislado y como siempre no hice nada. Abrí el volumen de pesquisas sobre la mesa, no veía las letras ni los números, yo apenas esperaba. Tú no paras de trabajar, apuesto que tus socios no trabajan ni la mitad y ganan la misma cosa, entró mi mujer en la sala con un vaso en la mano, ¿ya puedo mandar a servir la comida?La empleada servía a la francesa, mis hijos habían crecido, mi mujer y yo estábamos gordos. Es aquel vino que te gusta, ella hace un chasquido con placer. Mi hijo me pidió dinero cuando estábamos en el cafecito, mi hija me pidió dinero en la hora del licor. Mi mujer no pidió nada, nosotros teníamos una cuenta bancaria conjunta.
¿Vamos a dar una vuelta en el auto? Invité. Yo sabía que ella no iba, era la hora de la teleserie. No sé qué gracia tiene pasear de auto todas las noches, también ese auto costó una fortuna, tiene que ser usado, yo soy la que se apega menos a los bienes materiales, respondió mi mujer.Los autos de los niños bloqueaban la puerta del garaje, impidiendo que yo sacase mi auto. Saqué el auto de los dos, los dejé en la calle, saqué el mío y lo dejé en la calle, puse los dos carros nuevamente en el garaje, cerré la puerta, todas esas maniobras me dejaron levemente irritado, pero al ver los parachoques salientes de mi auto, el refuerzo especial doble de acero cromado, sentí que el corazón batía rápido de euforia. Metí la llave en la ignición, era un motor poderoso que generaba su fuerza en silencio, escondido en el capó aerodinámico. Salí, como siempre sin saber para dónde ir, tenía que ser una calle desierta, en esta ciudad que tiene más gente que moscas. En la Avenida Brasil, allí no podía ser, mucho movimiento.
Llegué a una calle mal iluminada, llena de árboles oscuros, el lugar ideal. ¿Hombre o mujer?, realmente no había gran diferencia, pero no aparecía nadie en condiciones, comencé a quedar un poco tenso, eso siempre sucedía, hasta me gustaba, el alivio era mayor. Entonces vi a la mujer, podía ser ella, aunque una mujer fuese menos emocionante, por ser más fácil. Ella caminaba apresuradamente, llevando un bulto de papel ordinario, cosas de la panadería o de la verdulería, estaba de falda y blusa, andaba rápido, había árboles en la acera, de veinte en veinte metros, un interesante problema que exigía una dosis de pericia. Apagué las luces del auto y aceleré. Ella sólo se dio cuenta que yo iba encima de ella cuando escuchó el sonido del caucho de los neumáticos pegando en la cuneta. Di en la mujer arriba de las rodillas, bien al medio de las dos piernas, un poco más sobre la izquierda, un golpe perfecto, escuché el ruido del impacto partiendo los dos huesazos, desvié rápido a la izquierda, un golpe perfecto, pasé como un cohete cerca de un árbol y me deslicé con los neumáticos cantando, de vuelta al asfalto. Motor bueno, el mío, iba de cero a cien kilómetros en once segundos. Incluso pude ver el cuerpo todo descoyuntado de la mujer que había ido a parar, rojizo, encima de un muro, de esos bajitos de casa de suburbio.
Examiné el auto en el garaje. Pasé orgullosamente la mano suavemente por el guardabarros, los parachoques sin marca. Pocas personas, en el mundo entero, igualaban mi habilidad en el uso de esas máquinas.La familia estaba viendo la televisión. ¿Ya dio su paseíto, ahora estás más tranquilo?, preguntó mi mujer, acostada en el sofá, mirando fijamente el video. Voy a dormir, buenos noches para todos, respondí, mañana voy a tener un día horrible en la compañía.

Paseo Nocturno, título original “Passeio Noturno” de Rubem Fonseca, antologado en Os Melhores Contos Brasileiros de 1973 (Porto Alegre, Globo, 1974).

Diez Mandamientos del Conductor

El Universal.- El Vaticano expresó hoy su preocupación por los numerosos muertos en las carreteras y denunció que el automóvil se ha convertido en un objeto de ostentación y vanidad para suscitar envidia, por lo que invocó la prudencia e hizo público un decálogo del conductor cuyo primer "mandamiento" es "no matarás".
Así se destaca en el documento "Orientaciones para la pastoral de la carretera", presentado hoy por el cardenal Renato Martino, presidente del Consejo Pontificio para los Emigrantes e Itinerantes, que ha preparado el texto en el que la Iglesia reflexiona y ofrece su contribución ante el fenómeno de la movilidad humana en la época actual, especialmente a través de la carretera y el tren.
El documento resalta que la carretera y el ferrocarril deben estar al servicio del hombre, cuyos comportamientos cambian -precisa- radicalmente si es conductor o peatón.
En el primer caso denuncia que a muchas personas cuando conducen les aflora el instinto de dominio, prepotencia y poder y el automóvil lo usan como objeto de ostentación de si mismos, para eclipsar a los demás y suscitar envidias.
El texto también denuncia comportamientos "poco equilibrados" en muchos conductores como la falta de cortesía, gestos ofensivos, imprecaciones, blasfemias, pérdidas del sentido de la responsabilidad, violación deliberada del código de circulación.
"Conducir quiere decir controlarse" , afirma el texto, que señala que los automóviles deben estar siempre revisados.
También destaca que en el siglo XX unos 35 millones de personas murieron en accidente de carretera y los heridos fueron mil millones y medio. En el año 2000, los muertos fueron 1.260.000.
Ante esos alarmantes datos, el Vaticano exhortó a respetar las normas de circulación y recordó la "virtud de la prudencia" , a la vez que advirtió sobre la distracción y el uso de teléfonos móviles durante la conducción, así como guiar bajo los efectos del alcohol y las drogas.
Ante accidentes con o sin muertes, el documento recuerda la "virtud de la justicia" y el que el causante responda ante ella para reparar el daño causado. También señala la necesidad de animar a las familias de las víctimas para que perdonen al agresor.
Tras un exhaustivo recorrido por el mundo del automovilista. El Vaticano propone un "decálogo del conductor" , a semejanza de los Diez Mandamientos.
El primero es "No matarás", segundo "La carretera sea para ti un instrumento de comunión entre las personas y no de daño mortal; tercero "Cortesía, corrección y prudencia te ayuden a superar los imprevistos", cuarto " Sé caritativo y ayuda al prójimo en la necesidad, especialmente si es víctima de un accidente " y quinto "El automóvil no sea para ti expresión de poder y dominio y ocasión de pecado".
El sexto " mandamiento del automovilista " es " Convence con caridad a los jóvenes y a los que ya no lo son a que no se pongan al volante cuando no están en condiciones de hacerlo "; el séptimo " Brinda apoyo a las familias de las víctimas de los accidentes " y el octavo " Reúne a la víctima con un automovilista agresor en un momento oportuno para que puedan vivir la experiencia liberadora del perdón ".
El noveno " En la carretera tutela al más débil " y décimo " Siéntete tu mismo responsable de los demás".
Ante el " preocupante " número de accidentes, el Vaticano propone una " educación callejera " que tenga en cuenta " saber lo que hay que hacer conscientes del peligro y de la responsabilidad y obligaciones tanto de los conductores como de los peatones.
Aboga por la educación en este campo de los niños, del papel de las escuelas y de la familia.
Visto que cada vez se desplazan más personas, son más los transportistas y las familias que viajan, el Vaticano propone una "pastoral de la carretera" , que entre otras contemple apoyo espiritual, la instalación de capilla fijas o móviles en nudos de autopistas, centros cristianos de atención a los viajeros, etc.
El documento resalta que no está de más que el viajero se haga la señal de la cruz antes de emprender un viaje, ya con ese signo "nos entregamos directamente a la protección de la Santísima Trinidad" .
Asimismo señala que también es fructuoso orar y rezar el rosario durante el viaje.

lunes, 18 de junio de 2007

Por una retroinfraladora

José Vicente Anaya, uno de los miembros vivos del infrarrealismo, concedió una entrevista a la Revisa Viento en Vela. En ella, afirma que en el movimiento no existía una poética, sino muchas, como los 20 poetas que integraron el grupo infrarrealista original: "el vínculo que caracterizaba al grupo era la rebelión, la insatisfacción por lo que estaba sucediendo, querer que las cosas fueran diferentes, buscar formas diferentes de vida en el plano personal. En el Surrealismo, por lo menos en los primeros años, puedes ver que hay muchas convergencias, aunque con el paso del tiempo incluso se pueden ver diferencias allí entre esos poetas; sin embargo, la escritura espontánea es una poética que con diferentes maneras las siguieron muchos poetas. Pero en el infrarrealismo no había una idea de poética, hubo muchas formas diferentes de escribir, se coincidía a veces en relatar ciertas cosas, nada más".

Les recomiendo la revista, que es el número 5 de Viento en Vela. En ella, además de entrevistas a Roberto Bolaño, al propio José Vicente Anaya y a Marco Lara Klarh; son publicados por primera vez en México los tres manifiestos infrarrealistas juntos (uno de Bolaño, otro de José Vicente Anaya y el de Mario Santiago Papasquiaro) y una frondosa, jugosa y ardiente muestra de poesía infrarrealista.

Viento en Vela es una revista trimestral de literatura. Entre su consejo editorial se encuentran escritores como José Vicente Anaya, María Baranda, Alí Calderón, Héctor Carreto, Alberto Chimal, Samuel Gordon, Francisco Hinojosa, Saúl Ibargoyen, Gerardo Montiel y Daniel Sada. Yo la compré en Educal, atrás de Palacio de Gobierno, acá en el terruño.

"Yo soy escritor"

Necrologías. Nigromante. Antonio. Ramos. Revillas. Monterrey. Nuevo / León. León Nuevo. Lea las... Necrologías. Editorial Universidad de Guanajuato. 2007. Pronto, una reseña.

El Doble o nada

Jugar el doble o nada, como el título de este texto, debería ser la premisa de toda poesía: arriesgar el tanto, el total de lo que se tiene en una mesa en contra del lector; a veces, en contra de otros poetas y otras más, en contra de uno mismo.

Pero, distinguir entre el deber ser y el ser de la poesía actual, es una tarea ardua y también uno más de los tantos olvidos que hemos cometido quienes pertenecemos a esta generación de escritores.

Vamos, seamos reflexivos, cuántos de nosotros nos hemos atrevido a contradecir aquel al que para este o tal amigo –que también es poeta o escritor o crítico- representa el concepto de “una buena poesía” o “un buen poema”. Creo que la respuesta la tienen en la punta de la lengua.

El acto de la poesía es íntimo, es cierto: a veces un proceso que deriva en una plaza abierta y otras, en un pasillo en el que cuelgan despojos de uno, del poeta. La Apuesta es un juego de probabilidades: y la poesía también lo es.

Pero la poesía de hoy, me arriesgaré a ponderar un axioma, debe ser una apuesta contra los otros, contra uno mismo, contra la misma generación, contra lo ya escrito. En eso radica el acto poético; en decir las cosas como nunca se ha hecho, en sentirlas.

Es momento de hacer una pausa y reflexionar, Dora, y hacernos transparentes: ¿es esa la apuesta de tu libro? Tú tienes tu respuesta, yo tengo la mía.

Que corran las apuestas, que venga el tallador, que nos tire unas cartas, que gire la ruleta, que nos traigan un whisky y que aparezca la poesía:

“me tronaba botellas en el cráneo
y ni con quién apostarle,
ni un valiente de ruletita rusa
me quedé parado, ahí,
en medio de un siglo,
contando el parke, frustrada la maniobra.
Pregunté por el adversio
algo me dijo:

eres hombre muerto”.

Si en este libro nos tratas de decir que el azar gobierna, que el juego dicta el destino y que la vida, es como un gran casino en que se pierde y se gana, pero siempre, indistintamente, se padece, se sufre, se sangra cuando se ríe. Y en medio de esta contradicción está todo el entramado verbal y semántico de tu poemario.

Una construcción a veces certera y a veces desconcertante. ¿Es a propósito? Me queda claro. Pues La Apuesta, como dices, siempre surge “sobre el terreno de los desórdenes”.

Y para confirmarlo o dejarlo en duda, te cito:

“Me quedo.

No sé quién la bella, ni la bestia,
me apago de a poco rinconcito escarlata
a comprender que la duda, la sed, la mentada de madre,
son espejos del pasado, custodian las ganas,
quién sabe por qué cosa o por qué mala jugada,
por mala suerte o buen tino.


Y luego un buche de tinto
el grito a la mamá chiquita
esa que viene y acaricia lo rojo.

Como de buena cepa callarse
Como de buena cuna las niñas no abren las piernas”.

Ahora bien, en medio de este libro siempre hay una certeza: tu poesía dice, suena distinto y eso es ventajoso. Pues hoy abundan cosas que suenan a otra cosa y dicen cosas como otro ya lo dijo o como ya lo intentó decir. En ese sentido, tu apuesta, es arriesgada pues la ruptura a veces no gusta, no satisface.

Sin embargo, hay que agradecer ese gesto. Yo en persona lo agradezco, pues a la poesía le urge una apuesta por lo nuevo.

Hace unos días, leía, en Tierra Adentro, que la poesía actual en México tiene un vínculo por lo retro. Hay una poesía retro. Y esa afirmación debe preocuparnos a quienes, en la actualidad, escribimos: pues implica, que no hemos podido superar a una gran generación de poetas nacidos en el medio siglo del año pasado. A ellos les debemos un reconocimiento, pero es momento –como lo platicábamos a la hora de la comida- de superarlos pues no hay mejor homenaje que aprender bien del maestro.

Por eso, aunque suene arriesgada la apuesta: hay que dejar importe: “a cambio de qué”, como dices, del mismo cambio.

“¿Seguimos jugando?”, preguntas
¿Para qué apuestas si siempre pierdes?, te dices.
De eso se trata, creo, pues sólo así se gana. Doble o nada.


(Texto leído durante la presentación del poemario La Apuesta, editado por Alforja Poesía, de la poeta Dora Moro)